-Maestro - preguntó un hombre - quiero aprender de tu sabiduría. Me gustaría poder tomar la decisión adecuada en cada momento. ¿Qué debo hacer? ¿Por donde debo empezar?
En lugar de contestar, el sabio le formuló una pregunta:
- De una chimenea salen dos hombres. Uno con la cara tiznada y el otro con la cara limpia, ¿cuál de los dos irá a lavarse?
- Es evidente -dijo el hombre, sin pensarlo demasiado- que se lava la cara el que la tiene sucia.
- ¡En absoluto! –dijo, entonces, el sabio. ¡El que está limpio! Pues, éste, al ver al compañero sucio enfrente de él, se dice: “Ya que está sucio, yo también debo estarlo. Por lo tanto, tengo necesidad de ir a lavarme”. Mientras que el que está sucio, al ver a su compañero limpio, se dice: “Puesto que él está limpio, yo también debo estarlo. Por tanto no es necesario que vaya a lavarme”.
No siempre lo evidente acerca a la actitud adecuada. Ve a casa y piensa.
El hombre se fue y regresó a los quince días. Entonces le dijo al sabio:
- ¡Qué estúpido fui! Tenías razón. El que se lava la cara es el que la tiene limpia.
- En absoluto –contestó el sabio. ¡El que está sucio! Pues éste, al ver sus manos llenas de hollín, se dice:
“¡Estoy sucio! Tengo que ir a lavarme”. Mientras que el que está limpio, al ver sus manos limpias, se dice: “Como no estoy sucio no tengo necesidad de lavarme...”.
La inteligencia y la lógica no siempre pueden darte una evaluación sensata de una situación. Sigue pensando.
El hombre regresó a su casa y pasados quince días volvió:
- ¡Ya sé, maestro! Los dos se lavan la cara. El que tiene la cara limpia, al ver que el otro la tiene sucia, cree que la suya está sucia y se lava; y el que la tiene sucia, al ver que el otro se lava la cara después de verlo, comprende que la tiene sucia y también se la lava.
El sabio hizo una pausa y luego añadió:
-No siempre la analogía y la similitud te servirán para llegar a la evaluación correcta si no es de una manera fortuita.
-No entiendo –dijo, desalentado, el hombre.
El sabio lo miró atentamente y le dijo:
-¿Cómo puede ser que dos hombres bajen por la misma chimenea y uno salga con la cara sucia y el otro con la cara limpia? Los dos, forzosamente, tienen que tener la cara sucia.
Cuando un problema está mal planteado, todas las soluciones son falsas.