Historia de los dos que soñaron, de José Luis Borges.
Cuentan hombres dignos de fe que
hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan
magnánimo y liberal que todas las perdió menos la casa
de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el
pan.
Trabajó tanto que el
sueño lo rindió una noche debajo de una higuera de su
jardín y vio en el sueño un hombre empapado que se
sacó de la boca una moneda de oro y le dijo: "Tu fortuna
está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla". A la
madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo
viaje y afrontó los peligros del desierto, de las naves, de
los piratas, de los idólatras, de los ríos, de las
fieras y de los hombres.
Llegó al fin a
Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió
la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita.
Había, junto a la mezquita, una casa y por decreto de
Alá Todopoderoso, una pandilla de ladrones atravesó la
mezquita y se metió en la casa, y las personas que
dormían se despertaron con el estruendo de los ladrones y
pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el
capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus
hombres y los bandoleros huyeron por la azotea.
El capitán hizo registrar
la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo y le
menudearon tales azotes con varas de bambú que estuvo cerca de
la muerte. A los dos días recobró el sentido en la
cárcel. El capitán lo mandó buscar y le dijo:
"¿Quién eres y cuál es tu patria?" El otro
declaró: "Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es
Mohamed El Magrebí". El Capitán le preguntó:
"¿Qué te trajo a Persia?" El otro optó por la
verdad y le dijo: "Un hombre me ordenó en un sueño que
viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya
estoy en Isfaján y veo que esa fortuna que prometió
deben ser los azotes que tan generosamente me diste".
Ante semejantes palabras, el
capitán se rió hasta descubrir las muelas del juicio y
acabó por decrile: "Hombre desatinado y crédulo, tres
veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo
fondo hay un jardín, y en el jardín un reloj de sol y
después del reloj de sol una higuera y luego de la higuera una
fuente, y bajo la fuente un tesoro. No he dado el menor
crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, engendro de
mula con un demonio, has ido errando de ciudad en ciudad, bajo la
sola fe de tu sueño. Que no te vuelva a ver en Isfaján.
Toma estas monedas y vete."
El hombre las tomó y
regresó a su patria. Debajo de la fuente de su jardín
(que era la del sueño del capitán) desenterró el
tesoro. Así Alá le dio bendición y lo
recompensó.