lunes, 20 de enero de 2014

Malos entendidos

En un periódico local, aparecieron dos anuncios que no tenían nada que ver el uno con el otro. Uno era de una casa que se alquilaba, y el otro era de una chica que pretendía entablar relaciones (serias) con un hombre de buena posición y con buenas intenciones.
La confusión del protagonista (Jacinto), de la historia, fue la dirección. El primer anuncio, el de la casa de alquiler, era: Calle del Buen Amor número 69; y el segundo, el de la chica que buscaba una relación seria, era también Calle del Buen Amor, pero número 96.
Total, que Jacinto, un hombre joven con un buen trabajo, buena posición y buenas intenciones, no dudó en acudir a la cita de aquella mujer que pedía relaciones. Pero con las prisas, le bailaron los números, y en vez de ir al número 96, fue al 69, que era donde se alquilaba la casa.
Llamó al timbre y le abrió la puerta un hombre de unos cincuenta años, gordo, con poco pelo, con barba de varios días y de sonrisa fácil.
-Buenos días, venía por lo del anuncio.
-Buenos días. Pase usted, pase. El dueño de la casa le condujo hasta la salita, donde se sentaron en sendos sillones.
-Pues, eso, que he leído el anuncio y he venido a ver si, me gusta y podemos llegamos a un acuerdo. Antes que nada me gustaría saber cómo se llama. Y cuántos años tiene.
-¿Años…? No muchos… déjeme que me acuerde, fue allá por los ochenta… tal vez el 86, luego, saque usted cuentas… Y ¿El nombre…? Ah sí, Lolita, por mi esposa, ya sabe usted…pero si no le gusta el nombre, lo cambia, no hay ningún problema.
-No, no, si me gusta el nombre, me gusta. Contestó visiblemente extrañado Jacinto.
-Pues nada, nada –le cortó el dueño- hablando se entiende la gente. Yo estoy convencido de que cuando la vea, le gustará. Solo con mirarla por fuera, ya quedará prendado de su belleza. Y no le digo nada cuando la vea por dentro…
-Ja, ja, ja- rió Jacinto sonrojándose- cada cosa a su tiempo….-acertó a decir tímidamente.
-Claro, claro. Bueno, sigo. Lo que más valoro yo son los bajos. Aquí puede meter la nariz todo lo hondo que quiera y aspirar fuertemente que no encontrará ninguna mala olor. Y además está bien ventilada.
-No le entiendo- contestó Jacinto medio aturdido.
-Pues eso, que tiene dos entradas, una por delante, y otra por detrás. Puede usar las dos entradas sin problemas, si le apetece penetrar por delante, pues adelante, que entre otras cosas, es lo normal, ya me entiende. Pero si quiere hacerlo por detrás, pues nada, sobre gustos…
-Un momento- Jacinto estaba empezando a desorientarse- pero…pero… ¿qué me está usted diciendo…?
-Yo no le cuento mentiras. Yo le digo lo que hay. Y también le digo que espero que la trate bien… porque el último me la dejó hecha un asco…
-O sea, que no soy el primero…
-¡Qué va! Si ha tenido muchos…el peor fue el torero.
- ¿El torero…? – balbuceó Jacinto.
-Sí, porque como era un torero de poca monta, la utilizaba para entrenar las suertes del toreo. Ya me entiende, la espada, las banderillas, la puntilla… y me la dejó para el arrastre.
-¿Y usted cómo podía consentir semejante barbaridad?
-No, si yo no lo sabía, fueron los vecinos, que oían los gritos…
-Bueno- dijo Jacinto con determinación- No me importa, eso ya pasó y pertenece al pasado, yo he venido hasta aquí y quiero verla si es posible, claro!.
-Pues nada, cuando le apetezca si me sigue, se la enseño.
-No, si no le importa, que venga. Que aquí la espero.
-¿Cómo dice?- espetó el dueño totalmente extrañado.
-Pues eso, que aquí la espero.
-Un momento…- ahora era el dueño el que no entendía nada- Yo no puedo…
-Pero ¿usted no es su padre?- atajó ya fuera de sí Jacinto.
-¿Cómo que su padre, está usted de broma? Yo soy el dueño, el amo y señor de esa joyita que yo pretendía dejarle a muy buen precio, pero que a este paso…
-¿Cómo? ¿Qué me está usted diciendo…? ¡Que la pretende vender…! -¡No! Como que vender, lo que quiero es alquilarla…
-¡¡Qué….!! ¡¡Que pretende alquilar a su hija…!! ¡¡Usted es un negrero!! ¡¡Y voy a poner una denuncia ahora mismo por esclavizar a su propia hija!!
-Un momento, un momento, pero ¿que me está diciendo de mi hija? si yo no tengo ninguna hija…
-¿Y entonces, esta Lolita que me pretendía alquilar…?
-Esta Lolita que usted dice es la villa que yo iba a alquilarle. La “villa Lolita” que venía en el anuncio…