lunes, 17 de marzo de 2014

Los cinco nuevos tipos de relaciones de pareja que lo están cambiando todo

“¿Es que acaso no podemos permitirnos relajar la cláusula de exclusividad de 24 horas, 7 días a la semana, de nuestros contratos de compromiso?” Esta es la pregunta que la siempre polémica periodista y presentadora Helen Croydon se hace en un artículo publicado esta misma semana en The Independent y que sirve para resumir su último trabajo, Que le den al cuento de hadas: la guía de una chica moderna sobre el sexo y el amor (John Blake Publishing Ltd.), publicado a principios de este mes en Reino Unido.

La tesis del volumen es muy directa: vivir juntos, casarse y tener dos niños ya hace mucho tiempo que no tiene por qué ser la única manera posible de realización personal y vital y, de hecho, ni siquiera es lo que mejor encaja con el ritmo que nuestra sociedad imprime. Croydon suele contar cómo, cada vez que asegura que no tiene ningún problema en pasar su vida sin marido e hijos, le responden que si desea morir sola. Pero, como afirma, hoy en día es casi imposible que tal cosa ocurra gracias a la conectividad de las redes sociales.

Un amor recién inventado
El problema es, en todo caso, la concepción que del amor tenemos hoy en día y que tan sólo tiene un par de siglos de antigüedad. Croydon recurre a una referencia de Elizabeth Gilbert, autora de Come, reza, ama, para recordar que “siempre que una cultura da su espalda a los matrimonios acordados a favor del matrimonio por amor, las tasas de divorcio se disparan”. ¿Por qué? Porque, como explica la autora, pedimos demasiado a nuestras parejas.



Hasta el siglo XVIII, el matrimonio tenía funcionalidades muy concretas. Mezclar linajes y establecer importantes relaciones con otras familias determinaban la mayor parte de los matrimonios, hasta que durante el siglo XIX, después de las profundas transformaciones que la Revolución Industrial comenzó a efectuar en la sociedad occidental, el individuo podía servirse del matrimonio como una forma de realización. Y ahí, afirma Croydon, comenzaron los problemas.

La autora da fe del comportamiento de sus amigos una vez se comprometen con otra persona. Tienen que estar pronto en casa (“¿qué pasa, sus parejas tienen miedo a la oscuridad?”), discuten continuamente por llegar a un acuerdo en la agenda de cada cual y, en definitiva, nos llevamos pequeñas decepciones hasta que llega la definitiva y nos separamos sólo para volver a comenzar con otra persona poco después.

El problema, explica Croydon, es que hemos sido criados en un “cuento de hadas” que no se corresponde con la realidad y que asegura que todos conoceremos a una persona que nos complete, y con la que compartiremos aficiones, creencias y la misma agenda social. Ya no sólo queremos sobrevivir, sino que esperamos que nuestra pareja nos llene completamente y atienda toda y cada una de nuestras necesidades.

Ya no sólo queremos sobrevivir, sino que esperamos que nuestra pareja nos haga felices“Me he preocupado por las obligaciones fiscales de las parejas convencionales durante toda mi vida adulta”, se lamenta Croydon. Fue ello lo que le condujo a investigar sobre la historia de las relaciones y lo que la ciencia había dicho sobre el tema, que parece ser, se encontraba en consonancia con su filosofía vital. Por ejemplo, el profesor Eli Finkel presentaba recientemente un artículo en el que hablaba de cómo el matrimonio siempre decepciona por las grandes expectativas que genera, por lo que conocer a otras personas y repartirse un poco podría mejorar la salud de nuestra relación “oficial”.

Los cinco jinetes del Apocalipsis marital
La fama precede a Croydon, autora del ya controvertido Sugar Daddy Diaries: Cuando una fantasía se convierte en una obsesión (Mainstream Publishing), en el que relataba la larga serie de aventuras amorosas que había mantenido con hombres mucho mayores (y más ricos) que ella. Aunque quizá esta no sea más que una de las innumerables muestras de cómo las relaciones modernas están cambiando nuestra manera de entender el amor. En un reciente artículo publicado en Metro, Croydon señalaba cuáles son las cinco tendencias más importantes que están surgiendo en el amor y en el sexo, y que dejan a la monogamia como un pacato reducto del pasado:
  • Flexisexuales
“Chicas que son chicos que quieren que los chicos sean chicas, que se lo montan con los chicos como si fuesen chicas y que se lo montan con las chicas como si fuesen chicos”, cantaban Blur en «Girls & Boys». Este trabalenguas podría servir para definir a los flexisexuales, una especie de bisexualidad en la que la exploración del sexo es esencial. Se trata de una especie de paso previo a las relaciones completamente abiertas, y su tendencia creciente viene demostrada por el significativo aumento del porcentaje de mujeres que han mantenido relaciones con personas de su mismo sexo en los últimos años.
  • Relaciones híbridas
También llamadas “mono/no-mono”, en ellas, uno de los miembros de la pareja se contenta con su monogamia mientras que el otro tiene la libertad para relacionarse con terceras personas. En muchos casos, la persona que permite que su pareja explore su deseo suele mostrar poco o ningún interés en el sexo, pero comprende las necesidades del otro.
  • Citas múltiples
O, como lo denomina Croydon, el equivalente a “pruebe antes de comprarlo”. Las redes sociales y las páginas de contactos han permitido que hoy en día cada vez más hombres y mujeres mantengan múltiples frentes abiertos tanto con el objetivo de divertirse como de elegir al candidato más apropiado para una relación a largo plazo.
  • Swingers pijos
Los clubes de intercambio de parejas han abandonado los locales oscuros para instalarse en los pisos más exclusivos de Nueva York o Londres. No se trata únicamente de treintañeros liberales, sino también, de aburridos cincuentones: Croydon relata la historia de una pareja que, después de que sus hijos abandonasen el hogar y dejasen el nido vacío, decidieron probar qué pasaba cuando se acostaban con otra persona.
  • Poliamor 
Uno de nuestros temas preferidos. Como recuerda Croydon, no es sinónimo de acostarse con muchas personas, sino de amar a varias. “El amor no es un recurso finito”, piensan los que creen en el poliamor, por lo que no tiene por qué estar limitado a una única persona, aunque en algunos casos haya un “amor primario” y otros de menor jerarquía.

jueves, 6 de marzo de 2014

Teoría de seis grados de separación




La conocida teoría de los “Seis grados de separación” es una hipótesis que intenta probar que cualquier persona en la Tierra puede estar conectado a cualquier otra persona del planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios (conectando a ambas personas con sólo seis enlaces), algo que se ve representado en la popular frase “el mundo es un pañuelo”.


La teoría fue inicialmente propuesta en 1930 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy en un cuento llamado Chains. El concepto está basado en la idea de que el número de conocidos crece exponencialmente con el número de enlaces en la cadena, y sólo un pequeño número de enlaces son necesarios para que el conjunto de conocidos se convierta en la población humana entera.

Recogida también en el libro “Six Degrees: The Science of a Connected Age” del sociólogo Duncan Watts, y que asegura que es posible acceder a cualquier persona del planeta en tan sólo seis “saltos”.

Según esta teoría, cada persona conoce de media, entre amigos, familiares y compañeros de trabajo o escuela, a unas 100 personas. Si cada uno de esos amigos o conocidos cercanos se relaciona con otras 100 personas, cualquier individuo puede pasar un recado a 10.000 personas más tan sólo pidiendo a un amigo que pase el mensaje a sus amigos.

Estos 10.000 individuos serían contactos de segundo nivel, que un individuo no conoce pero que puede conocer fácilmente pidiendo a sus amigos y familiares que se los presenten, y a los que se suele recurrir para ocupar un puesto de trabajo o realizar una compra. Cuando preguntamos a alguien, por ejemplo, si conoce una secretaria interesada en trabajar estamos tirando de estas redes sociales informales que hacen funcionar nuestra sociedad. Este argumento supone que los 100 amigos de cada persona no son amigos comunes. En la práctica, esto significa que el número de contactos de segundo nivel será sustancialmente menor a 10.000 debido a que es muy usual tener amigos comunes en las redes sociales.

Si esos 10.000 conocen a otros 100, la red ya se ampliaría a 1.000.000 de personas conectadas en un tercer nivel, a 100.000.000 en un cuarto nivel, a 10.000.000.000 en un quinto nivel y a 1.000.000.000.000 en un sexto nivel. En seis pasos, y con las tecnologías disponibles, se podría enviar un mensaje a cualquier individuo del planeta. Por ejemplo, imaginemos un limpiabotas de la calle. Este limpiabotas conoce a un portero de un hotel de dos estrellas; dicho portero conoce al dueño del hotel y éste al dueño de un hotel más prestigioso; el dueño de este hotel conoce a una persona que trabaja en la Casa Blanca y esta persona conoce al presidente de los Estados Unidos. En unos pocos enlaces se ha conseguido ligar un limpiabotas con el presidente de los Estados Unidos.

Evidentemente cuantos más pasos haya que dar, más lejana será la conexión entre dos individuos y más difícil la comunicación. Internet, sin embargo, ha eliminado algunas de esas barreras creando verdaderas redes sociales mundiales, especialmente en segmentos concretos de profesionales, artistas, etc.

En la década de los 50, Ithiel de Sola Pool (MIT) y Manfred Kochen (IBM) se propusieron demostrar la teoría matemáticamente. Aunque eran capaces de enunciar la cuestión “dado un conjunto de N personas, ¿cuál es la probabilidad de que cada miembro de estos N estén conectados con otro miembro vía k1, k2, k3,..., kn enlaces?”, después de veinte años todavía eran incapaces de resolver el problema satisfactoriamente.

En 1967, el psicólogo estadounidense Stanley Milgram ideó una nueva manera de probar la teoría, que denominó “el problema del pequeño mundo”. El experimento del mundo pequeño de Milgram consistió en la selección al azar de varias personas del medio oeste estadounidense, para que enviaran tarjetas postales a un extraño situado en Massachusetts, situado a varios miles de millas de distancia. Los remitentes conocían el nombre del destinatario, su ocupación y la localización aproximada. Se les indicó que enviaran el paquete a una persona que ellos conocieran directamente y que pensaran que fuera la que más probabilidades tendría, de todos sus amigos, de conocer directamente al destinatario. Esta persona tendría que hacer lo mismo y así sucesivamente hasta que el paquete fuera entregado personalmente a su destinatario final.

Aunque los participantes esperaban que la cadena incluyera al menos cientos de intermediarios, la entrega de cada paquete solamente llevó, como promedio, entre cinco y siete intermediarios. Los descubrimientos de Milgram fueron publicados en “Psychology Today” e inspiraron la frase “seis grados de separación”. El dramaturgo John Guare popularizó la frase cuando la escogió como título de su obra en 1990. Sin embargo, los descubrimientos de Milgram fueron criticados porque éstos estaban basados en el número de paquetes que alcanzaron el destinatario pretendido, que fueron sólo alrededor de un tercio del total de paquetes enviados. Además, muchos reclamaron que el experimento de Milgram era parcial en favor del éxito de la entrega de los paquetes, seleccionando sus participantes de una lista de gente probablemente con ingresos por encima de lo normal, y por tanto no representativo de la persona media.

Los seis grados de separación se convirtieron en una idea aceptada en la cultura popular después de que Brett C. Tjaden publicase un juego de ordenador en el sitio web de la University of Virginia basado en el problema del pequeño mundo. Tjaden usó la Internet Movie Database (IMDb) para documentar las conexiones entre diferentes actores. La Revista Time llamó a su sitio, “The Oracle of Bacon at Virginia”, uno de los “Diez mejores sitios web de 1996”. Programas similares se siguen usando hoy en clases de introducción de ciencias de la computación con la finalidad de ilustrar grafos y listas.

En 2008 el usuario chileno de Facebook, Iván Jara Solar, intentó comprobar esta teoría creando una versión en español del experimento que llamó “6 grados de separación”. En un principio, el resultado de todas las separaciones posibles de quienes se agregaban al grupo se podía visualizar gracias a una aplicación (mediante un algoritmo), la que al cabo de unos meses fue eliminada. La popularidad de este grupo generó un espacio de interacción entre sus miles de usuarios, principalmente mediante foros. El crecimiento de “6 grados de separación” llegó a su momento más álgido cuando alcanzó entre 10 y 15 usuarios inscritos por segundo. Este grupo llegó a tener más de 2,4 millones de miembros antes de su migración por parte de Facebook en 2012.
 
En 2011 la empresa Facebook realizó un estudio denominado “Anatomy of Facebook” con todos los usuarios activos de su página en ese momento 721.000.000 miembros (alrededor del 10% de la población mundial) y se analizó el conjunto de amigos en común, para sacar el promedio de cuántos eslabones hay entre cualquier usuario y otro cualquiera. De esta prueba se excluyó a celebridades y famosos. Los resultados mostraron que el 99,6% de pares de usuarios estuvieron conectados por 5 grados de separación. Esta es la prueba más cercana de la teoría a la fecha de hoy y da un resultado aproximado de 4,75 eslabones.


En 2013 el belga Michiel Das utilizó la teoría de los seis grados para encontrar trabajo en la ciudad de Barcelona. Creó tres tarjetas de visita y las dio a tres personas diferentes, que a su vez iban pasando sus tarjetas de visita hasta llegar a las manos de una persona que le quería contratar. Después de pasar por las manos de 4 contactos, consiguió entrar en SEAT gracias a la primera tarjeta de visita, lo cual le llevó a salir en varios medios de comunicación nacionales con su proyecto.